lunes, 30 de noviembre de 2009

Capitulo 4. La noche de los "milagros"


“La valentía es proporcionalmente inversa a la falta de razonamiento”

¿Cómo sabe donde vivo? – me pregunto sobresaltado mientras marco el numero de la guardia civil


Salta un contestador indicándome que la centralita esta saturada pero tengo la opción de dejar un mensaje. Parece que la cosa se esta desmadrando un poquito en la comisaría. Dejo la dirección e informo de que es un caso de PETA, que acudan urgentemente. Mientras, mi nuevo amigo, a reemprendido su particular serenata con los barrotes de forma mas pausada, pero esta vez con la cabeza.


-¡S-A-A-L Y-A-A-A!- grita sin descanso


Me encantaría salir y enseñarle el muestrario de galletas, pero me retengo; los verdes tienen que estar al caer… supongo. Ya se encargaran ellos del tema pienso mientras me alejo de la ventana.


- ¡Huy que planta más bonita!- grita con malicia el calvo desde afuera

-¡Ohhhhh! Se ha roto... – atino a escuchar


Se acabo. Corro a la puerta y salgo precipitadamente. El desgraciado me mira con la cabeza medio estrujada entre los barrotes con una sonrisa enfermiza mientras que con la mano estirada arranca todas las plantas que entran en su alcance.


-¡Por fin sales! – balbucea recobrando la compostura

-¡Tengo muchas maneras de hacerte sufrir!


Su cara ahora esta cubierta por la sangre que mana de su frente. Los ojos desprenden algo peor que odio; sadismo, dolor… La parte racional de mi mente me pega una colleja recordándome que estos enfermos son muy peligrosos. Pero por lo menos puedo hacerlo rabiar un poco y quitar las pocas plantas que siguen en pie. Me acerco y trata desesperadamente de echarme el guante.


- ¡No me toques que te vicias!- rio al tiempo que le propino un manotazo que por seguro le a partido varias falanges.


El loco se retira emitiendo un quejido, cosa que aprovecho para retirar las pocas supervivientes que quedan a su particular "matanza".


-Eso por cabrón…

-No es la única manera que tengo de hacerte sufrir o provocarte dolor – dice mientras se agacha y recoge lo que adivino es una pequeña piedra

-Sorpréndeme –digo sarcásticamente… - Pero si quieres hacerme “pupa” vas a necesitar algo mas contundente – rió de manera exagerada

-¿Seguro?- responde con malicia mientras alza la mano y lanza la piedra en direccion a la puerta


Mi carcajada se corta cuando oigo a Keiko maullar y salir corriendo en busca de refugio.


-¿Ves?- dice forma serena


Toda paciencia tiene un punto y la mía acababa de sobrepasar con creces el suyo. A quedado también demostrado que no es prudente pedir a un loco que te sorprenda; el resultado es impredecible. Nerviosamente busco la llave en el bolsillo del vaquero. Esta decidido que le voy a partir la cara. Dentro de mi cabeza resuena la famosa frase “de los cobardes nada se ha escrito”, pero nunca me había parado a pensar quienes eran los que habían escrito de estos valientes.


Abro la verja y aumento mi velocidad con intención de arrearle un buen puñetazo. El demente inmóvil y sonriente asta el ultimo momento aprovecha mi falta se sentido común, aunque suene irónico, y saca un trozo de metal afilado parecido a una chapata de zapatero en busca de mi estomago.


- ¡Mierd…! – consigo decir mientras trato de girar lateralmente el torso abortando como puedo el puñetazo


El encontronazo es inevitable, pero creo haber conseguido evitar la puñalada. Con más rabia que acierto aprovecho la inercia restante para propinar un cabezazo al individuo. Los dos caemos al suelo, la diferencia es que el parece no poder levantarse. Temblando aun, miro el costado rasgado de la camiseta. Esta vez no a sido el caso, pero como dice la DGT “las imprudencias se pagan con la vida”


Una Patrol irrumpe de golpe en la calle. Con precaución, los agentes bajan del coche. Son 5 en total y no parecen tener cara de buenos amigos. Uno pone repentinamente una extraña mueca en la cara y corre hacia mí empujando a los demás.


-¡Desgraciado!


Aun en el suelo, me protejo la cara como buenamente puedo y aguardo el golpe. En los tiempos que corren parece que se a puesto de moda lo de pegar por vicio. Mi sorpresa es cuando el agente salta en plancha al mas puro estilo WWF sobre el PETA, que yace semi-lelo a mi lado. No me gustaría estar ahora mismo en su pellejo. El agente golpea con brutalidad la cara del tipejo. Sus compañeros no tardan en inmovilizarlo y retíralo.


-¡Maldito bastardo!- solloza. Las lágrimas fluyen sin descanso por su cara, totalmente roja

-¡Tranquilo agente Pérez! – dice uno zarandeándolo.


Si para “tranquilizarte” te zarandean, no me quiero imaginar lo que harán para “intimidarte”. Mientras pienso esto, los agentes restantes aprovechan para inmovilizarme las manos a la espalda y colocarme una brida


-Pero que demon… ¡Si os he llamado yo!  ¿A que coño viene esto?- suelto con indignación


Uno de ellos, no muy alto, moreno, con el pelo corto y bigote me pega una colleja y me dice:


- 2 tíos en medio de la calle, los dos con la frente sangrando

-Uno inconciente y el otro con- mira la camiseta desgarrada – pintas “sospechas”-

-Arma blanca en el suelo

-¿Quieres que siga chaval?  

-Ya lo capto…


La furgoneta de los PETAS hace su aparición seguida de una ambulancia. Rápidamente 2 médicos sacan la camilla y cargan al calvo, que mas que una cara, ahora tiene un puzzle. El otro agente que sigue sumido en una crisis bastante seria de ansiedad también es conducido a la ambulancia, que una vez recogida la carga por así decirlo, sale a toda prisa.


-Tu, a la furgoneta – me dice el del bigote sin dilaciones

-Cierren las puertas de mi casa al menos, las llaves están puestas – le digo mientras me dirijo sin muchas ganas hacia la furgoneta empujado por un tio vestido de paisano.


Este en cuestión lleva un chaleco fluorescente con aspecto de estar comprado en los chinos y una cara de mala leche nada gratificante. A mis espaldas puedo oir la replica del bigotudo a mi peticion, que cada vez me cae mas como una patada en el estomago.


-Cerradla y dadme las llaves. Me parece que se va a llevar un tiempo así…


Con un empujón seco me meten en la gran furgoneta. Dentro solo hay suciedad, olor a vomito y unos asientos corroídos. La puerta se cierra y oigo como apresuradamente suben y arrancan.


-¿No hay cinturones? – pregunto amablemente

- ¡Si! Al lado del microondas – dice el conductor mientras se descojona


Parece que hoy vienen los gilipollas a pares. Ya bastante fuera de mis casillas le contesto.


-Ya veremos quien se rie el ultimo…


La carcajada para y un frenazo en seco me lanza rodando contra la separación de chapa. Doy con el hombro y un alarido se me escapa.


-Perdona, se ha cruzado un perro – dice con tono victorioso entre risas,  poniendo fin a mis ganas de seguir jugando con la salud.



Me voy a plantear seriamente el hacer una lista negra con todos mis nuevo y amables amigos. Esto de llevarme golpes gratuitos estaba pasando a convertirse en algo demasiado habitual.



"Para ellos somos como un plato de patatas fritas con huevo.... algo irresistible"

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen relato tio. Sigue escribiendo.

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