martes, 24 de noviembre de 2009

Capitulo 3. Empieza la fiesta

"Hace un día maravilloso... hasta que llega un gilipollas y lo fastidia"

Me encontraba ante una vieja casa de madera en medio de un bosque. Mire a mi alrededor y solo pude ver arboles y mas arboles. Ni caminos, ni coches... a decir verdad tampoco se escuchaba nada. De repente una extraña sensación de miedo me invade, se empieza a escuchar un rumor lejano. Es como el sonido de un saco si lo arrastras, aunque pausado y extrañamente aterrador. Algo en mi interior me dice que mueva el culo rápido, por lo que sin más dilaciones me dirijo a la entrada de la tenebrosa cas... ¿cabaña? Lo que antes era una casa ahora es una cabaña, de madera también, pero una cabaña.

-¿Qué coño pasa aquí?

Mi pregunta se la lleva el viento. Antes de que la cabaña acabe por ser la casa de paja de los tres cerditos, abro la puerta y entro. Antes de cerrar miro la arboleda a la lejanía. Lo que parecen cientos de sombras se acercan atravesando el bosque, lentamente... sin descanso. Una risa a mi espalda hace que me gire, no hay nada, solo un pasillo con varias puertas cerradas y una gran escalera al fondo. Lo que era una triste cabaña por fuera ahora es una casa por dentro y encima de dos plantas.

-No veas con las viviendas de 30 metros del gobierno - digo con una amplia sonrisa

Cada vez estaba más claro que esto es un maldito sueño, y por la pinta, seguro que mi amigo, el jefe de los chiflados, no anda lejos. Camino con paso decidido hacia la escalera y una risa macabra detiene mi avance. Algo comienza a rodar por la escalera y se detiene al pie de esta.

-Vaya... yo solo pensaba darte unos cuantos azotes- espeto con ironía

A poco más de un metro yace la cabeza del chalado del otro sueño. Sus ojos me miran fijamente mientras lo que parece una sonrisa de joker se dibuja en su cara.

-No quisiste jugar con el... Ahora te toca jugar conmigo- resuena por toda la casa la voz de una niña

Puede que sea un simple sueño, pero sea quien sea la que ha dicho eso, no me apetece encontrármela. Giro sobre mis pasos rumbo a la puerta y antes de alcanzar a abrirla oigo como alguien, mas bien, "muchos alguien" comienzan a aporrear la entrada. El ruido comienza a hacerse ensordecedor. Parece que no será al fin y al cabo mala idea ir a "jugar" con mi nueva y nada violenta amiga.

- ¡Me gustaba más la decoración de antes!- chillo

Las escaleras al fondo del pasillo han desaparecido. Ahora en su lugar simplemente hay una puerta entreabierta. Todo parecía más polvoriento y viejo. Decidido a acabar con esto, camino hacia la puerta, empujo y entro.

Un suelo de tatami lo recubre todo, no hay ventanas y la única luz de la habitación es una pequeña lámpara de aceite. Puedo ver un futón japonés en el suelo y la forma de lo que parece alguien tapado de pies a cabeza. Es lo único que hay en la habitación aparte del típico armario de puerta corredera. Haciendo acopio de valor me acerco al futón, cojo de un extremo la manta y tiro de ella -¡CU-CU!- grito, pero allí no había nada.- ¿Ahora quieres jugar al escondite?- voceo de camino al armario. Apoyo la mano en la puerta y tiro sabiendo que no me va a gustar lo que me voy a encontrar.

-¡Maldita bastarda!

En efecto no me ha hecho ni pizca de gracia. Keiko cuelga de una cuerda como si fuera un jamón. La imagen de por si no sería tan impactante por el leve detalle de que esta mordisqueada. La sangre brota por los cachos desgarrados de lo que queda del gato. La furia y la rabia me invaden.

-No me gustan los gatos, pero tú tampoco- oigo a mi espalda

Me giro y la veo. Una niña con una larga bata blanca manchada de rojo y con el pelo largo y oscuro esta plantada frente a la puerta. La cara solo se acierta a ver entrecorta por culpa de los pelos que, prácticamente, la cubren por completo. Sus ojos están clavados en mí, su boca muestra unos dientes manchados de rojo y se relame.

- Podrías haber aceptado por las buenas ser uno de nosotros- dice con un tintineo nada reconfortante en su voz

-Ahora sufrirás lentamente...

Dicho esto todo empieza a deshacerse. Las paredes, mi nueva amiga, todo comienza derretirse y a fluir como si de mercurio se tratara. Todo se vuelve oscuridad, no puedo moverme. Ojos de color ámbar brillante comienzan a aparecer en medio de toda la oscuridad, cada vez son más y se acercan...

-¡Atrás!- grito con pánico

-¡Es tarde! ¡Serás uno de nosotros!

El dolor comienza a extenderse por mi cuerpo, el pánico crece a medida que los ojos, que cada vez son más y más, avanzan hacia mí. -¡No puedo rendirme! me digo a mi mismo. La ira acrecentada por el dolor que inundaba mi cuerpo, que para ser un sueño, dolía como una patada en los cojones, se estaba transformando en rabia.

-¡Antes muerto que unirme a vosotros! ¡Y menos sin luchar!- digo con toda mi alma

Trato de resistirme en vano, sigo sin poder moverme y noto como si una legión de gusanos me estuviera comiendo por dentro. Ya están encima de mí los ojos.

-Este no puede ser mi final...

-¿Te echo una manita?




"La cordura es algo muy relativo" 

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